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sábado, 3 de septiembre de 2011

Capítulo 1


Karen
Dum. Dum. Dum, dum. Izquierda. Derecha. Delante, delante. Dum. Dum, dum. Dum. Delante. Izquierda, derecha. Detrás.
Karen seguía el ritmo de la máquina de baile a medida que las flechas le ordenaban dónde tenía que poner los pies. Le encantaba sentir el retumbar de los tambores de la canción dentro de su cuerpo mientras seguía las instrucciones del juego y competía contra Ainhoa para ver cuál de las dos conseguía la máxima puntuación.
Estaba en una zona de juego cerca de la playa La Concha. Había salido con sus amigos para pasar la tarde de aquel día bochornoso de verano fuera antes de tener que ir a visitar a la tía abuela Juanita. Aquella que no paraba de sacudirle las mejillas cada vez que se encontraban cada cierto tiempo para tomar el té como viejas estiradas y charlar de lo que había hecho durante aquel tiempo que no se habían visto. Ainhoa, Iker, Jon y Carla la habían ayudado a escapar de aquella tortura.
Pero la buena de Nöel había ido, como siempre. Su hermana gemela había intentado salvarla a ella también, pero ella había preferido ir a tomarse el té con la vieja que no paraba de desaprobar la forma de actuar de los jóvenes aquellos días. Sacudió la cabeza perdiendo la concentración durante un momento, y perdiendo así la partida.
Después de ellas, les siguieron Iker y Carla, que eran pareja. Los demás rieron y siguieron el ritmo con aplausos. Pero Karen estaba distraída pensando en su hermana. La había notado nerviosa últimamente, y aquello era una novedad, porque Nöel era conocida por su serenidad.
Y además, era extraño que una sirena estuviese inquieta. Porque por lo general eran seres muy tranquilos y pacíficos. Sin embargo, ella había estado arisca y susceptible los últimos días. Lo cierto es que estaba así desde que había tenido que ir a comprar fruta a la tienda del joven y guapo Oscar. Pero no sabía qué era lo que podría haber causado aquella visita en el comportamiento de su gemela.
Lo cierto es que desde siempre había sabido que a Oscar le gustaba Nöel, pero no creía que se hubiese atrevido a confesárselo, teniendo en cuenta el empeño que había puesto la chica en que el joven se diese cuenta de que no le interesaba. Siempre había evitado por completo sus indirectas.
Pero si no había confesado su atracción por ella, no entendía qué es lo que podía haber sucedido. En definitiva, iba a preguntar a Nöel el por qué de su extraña forma de actuar.
En aquel momento, un anuncio de la pequeña televisión que colgaba en una de las esquinas del bar llamó la atención de Karen y se olvidó de sus amigos y fijó toda su concentración en aquella pequeña pantalla que en aquel momento estaba anunciando un próximo concierto que iban a dar.
“… grupo de música alemán, Tokio Hotel, dará conciertos en Madrid y Barcelona los próximos días 6 y 8 de Julio. Están montando enormes escenarios en el Vicente Calderón y en el Camp Nou para…”
“Pero aquí no se acercarán ni por asomo” pensó la chica con pena. Admiraba abiertamente aquel grupo de música, pero los muy dichosos no se habían acercado ni por asomo a donde ella vivía para que pudiese ir a ver un concierto. Secretamente, para todos menos para su hermana, admiraba más que a los demás a uno de ellos en especial. Estaba completamente obsesionada con él, pero no le gustaba admitirlo.
-       ¡Ey, Karen! – la llamó Jon -. ¿El concierto ese que están anunciando no es de ese grupo que tanto os gusta a Nöel y a ti?
-       Sí, por desgracia sí – suspiró la chica con pesar.
-       ¿Por qué por desgracia? – preguntó Ainhoa intrigada.
-       Porque no puedo ir a ninguno de los dos por mucho que quiero – gimoteó la joven.
-       ¿Cómo que no? – se asombró su amiga -. ¡Pero si van a estar en Barcelona y en Madrid!
-       Sí – respondió ella, sarcástica -. ¿Y cómo voy a hacer para ir allí? Y en caso de ir… - añadió -… ¿dónde dormiría? ¿Dónde compro las entradas, que por cierto serán caras? ¿Cómo…?
-       Por favor, Karen – se quejó Jon -. Estás a punto de cumplir 20 años, y tanto tú como tu hermana tenéis carnet de conducir. Y en cuanto a lo demás, podéis pedirle a vuestros padres y hermano que os regales por vuestro cumpleaños las entradas y una noche en un hotel.
-       Pues… ahora que lo dices… - comentó Karen mirando a las musarañas y rascándose la barbilla.
-       ¿No se te había ocurrido hasta ahora? – se exasperó su amigo.
-       La verdad es que… no – respondió haciendo que Jon pusiera los ojos en blanco y suspirara.
-       Alucino pepino… - comentó y los demás rieron.

Nöel

“No sé por qué no me he dejado convencer por Karen y me he ido con ella” se lastimó Nöel mientras escuchaba despotricar a su tía contra la juventud de aquellos tiempos. No dejaba de soltar frasecitas que empezaban con el ya famoso “Cuando yo tenía vuestra edad…”.
Criticaba prácticamente todo: la forma de vestir, la de comportarse, la de comer, la de salir con los amigos, la de dirigirse a los mayores… incluso la clase de música que escuchaban. Y aquel era un tema que molestaba mucho a Nöel, teniendo en cuenta que el grupo que ella adoraba era de los que se encontraban entre los primeros de la lista negra de la lista de su tía.
Y eso no era lo peor de todo. Tenía que vestirse con la mayor parsimonia posible y con estilo de los años cincuenta para poder recibir aunque fuera una mirada de su tía, lo que se podía considerar como un gran privilegio. Llevaba una falda de seda azul marino que le llegaba hasta las rodillas y una blusa blanca con tanto volantes que no encontraba sus manos al final de las mangas. Para mayor colmo, tenía que llevar aquellos ridículos zapatos de tacón bajo y cuadrada que la hacían parecer recién salida de una película de blanco y negro.
Nöel pensó en los cómodos shorts vaqueros y la camiseta suelta y de algodón que se había puesto Karen y una vez más lamentó no haberse ido con ella y sus amigos de paseo. Pero para añadirle a aquella comodidad de toda la ropa, tenía que añadirle el hecho que el simplón de Oscar se le había declarado hacía poco tiempo.
Ella había intentando trasmitirle su desinterés de la forma menos dolorosa posible. Desde el principio había tratado de mantener la distancia entre los dos. Había hecho caso omiso a sus constantes indirectas. No podría soportar un día más que colocara detrás de su oreja aquel mechón de pelo que se le solía soltar de su usual cola de caballo.
Nöel intentó sacudirse el malestar de encima para que aquella velada fuese un poco más amena por lo menos. Suficiente tenía con la tía Juanita como para estar preocupándose por problemas de admiradores indeseados. Y como caído del cielo, un anuncio de la majestuosa televisión de cuarenta pulgadas de plasma que tenía la señora atrajo su atención por completo.
“… por primera vez estarán entre nosotros los cuatro jóvenes músicos más famosos de Alemania: Bill y Tom Kaulitz junto con sus compañeros Georg Listing y Gustav Schäfer.
Pero como ya he dicho sólo actuarán en los campos de fútbol de Madrid y Barcelona, los días 6 y 8 de Julio respectivamente…”
Nöel suspiró, anhelante. Mostraron una entrevista de los chicos y la joven pudo verles en primer plano hablar sobre su nuevo disco. Desde hacía años llevaba queriendo ir a un concierto de Tokio Hotel en directo. Obviamente era algo que todavía, a sus casi 20 años, no había pasado.
Pero… ¡cómo no! Su tía tuvo que arruinar el momento con una de sus objeciones molestas.
-       Ese grupo no hace música, jovencita, cambia de canal – le reprendió -. El cantantucho eso lo único que hace es berrear contra el micrófono… ¡y esas pintas que llevan! ¿Qué persona en su sano juicio se vestiría así? ¡Ni el gordito de la batería se libra!
“¿Cantantucho? ¿Pintas? ¿Gordito?...” se enfureció Nöel mientras su madre le alcanza el mando a su tía y ésta cambiaba de canal, para poder ver el telediario. “¿Y tú, vieja achacosa que no sale de casa? ¿Amargada solterona ochentera? Por lo menos ellos han sido valientes y se han atrevido a seguir sus sueños”.
Por supuesto, por respeto a su madre, no dijo todo lo que se le vino a la mente en aquel momento en alto, pero a gusto le habría dicho dos palabritas a aquella señora que se daba aires de realeza. Anastacia, su madre, le dirigió una sonrisa divertida y benevolente, como si le pidiera perdón de parte de la tía.
El timbre de su móvil la sacó de las nubes para traerla de vuelta a la realidad. Se disculpó con las demás y salió del saloncito del té para poder hablar a gusto por teléfono. Vio que la que la llamaba era su hermana y se apresuró a contestar, antes de que le colgara.
-       ¿Ocurre algo, Karen? – preguntó mientras salía al cuidado y florido jardín de la casa. Era su sitio favorito de allí.
-       ¡No! – le llegó la voz distorsionada de su gemelo al otro lado de la línea telefónica -. Sólo quería contarte sobre un anuncio que acabo de ver en la tele.
-       Si era el del concierto de Tokio Hotel – se apresuró a decir ella -, yo también lo he visto. Pero no entero.
-       Va a haber un concierto en el Vicente Calderón de Madrid el 6 de Julio y otro el 8 de Julio  en el Camp Nou de Barcelona – le informó.
-       ¿Qué, me los vas a restregar en la cara? ¡Kareeen! – se quejó la chica mientras le pegaba una patada sin querer a un tiesto con rosas rojas -. Ya sabes que no podemos ni vamos a ir. No hace falta que me los pongas tan a mano porque en realidad…
-       De eso es de lo que te quería hablar – rió Karen ante el tono lastimero de su gemela -. Me lo ha propuesto Jon en realidad. Me ha dicho que les pidamos las entradas y una noche en un hotel a nuestros padres e Ilya como regalo del 20 cumpleaños adelantado.
-       ¿Y para ir hasta allí? – preguntó la otra, empezando a animarse.
-       Nöel – dijo Karen con paciencia -. Conduces tan bien o mejor que yo. Con eso no hay ningún problema.
-       Dile a Jon que gracias de mi parte – rió Nöel, contenta -. Tiene ideas buenas de vez en cuando.
-       ¡Muy de vez en cuando! – rió asimismo Karen.
-       No quiero imaginar cómo se lo tomaría la tía Juanita – comentó Nöel -. ¡No sabes que disgusto le ha entrado cuando los ha visto en la tele!
-       Me lo imagino – suspiró Karen -. No sé por qué no te has quedado aquí con nosotros.
-       ¡Eso! ¡Tú haz que lo lamente más! – lloriqueó Nöel.  
-       Si quieres paso a buscarte y vamos las dos juntas a cenar al Ubarrechena – le ofreció Karen -. Las dos sabemos que esas reuniones familiares se suelen alargar hasta mucho después de cenar, y no creo que aguantes todo ese tiempo con Juanita el Ogro.
-       Lo que yo no entiendo es cómo ama (N: Ama en euskera) nunca te ha castigado por llamar así a la tía – rió Nöel.
-       Lo que pasa es que en el fondo nos comprende y la tía que cae tan mal como a nosotras – rió su gemela -. Bueno… ¿qué? ¿Paso a buscarte?
-       Sí, por favor – le rogó ella -. Esto es un calvario inaguantable.
-       En cosa de media hora estaré allí – le prometió.
-       Gracias – agradeció Nöel -. Hasta luego.
-       Agur (N: Adiós en euskera) – se despidió y colgó.
Volvió al saloncito en el que había dejado a su madre, tía y primas y más primas que veía en contadas ocasiones a lo largo de los años. Se fijó una vez más en todos los presentes.
Allí estaba Ainara, la hija pequeña de diez años de la hermana pequeña de su padre y estaba con Alazne, su madre. Ainhitze, la hermana mayor de su padre. Roberta, la hermana pequeña de la tía Juanita, que a diferencia de ella, era todo un cielo. Ianire, la prima de su madre. Y por último Alaine, la insoportable hija mimada de 21 años de la hermana mayor de su madre, o sea así su prima, obviamente, en compañía de su madre, Marina.
Nöel creía que a ellas dos es a las que les caía bien de verdad la tía Juanita, pero sólo porque eran iguales a ella. Pero ella era lo suficientemente discreta como para guardarse para sí misma aquel tipo de opiniones (salvo a Karen, ya que a ella se lo contaba todo, o casi todo) y no ir por ahí cotilleando como una cotorra.
Se acercó a su madre y volvió a sentarse al lado de ella. Con un gesto, ésta le preguntó quién la había llamado y Nöel, señalándose a sí misma la hizo comprender que había sido Karen.
-       Me ha dicho que vendría a buscarme en media hora – le susurró al oído.
-       ¿Y no podéis llevarme a mí también? – le cuchicheó su madre.
-       No, ama – rió Nöel, flojito -. Aquí tú eres la adulta y tienes que dar ejemplo quedándote hasta que la tía se aburra de hablar a la una de la mañana. Y yo, como soy la hija malcriada, es normal que me vaya antes de que la reunión termine.
-       Chantajista – la riñó en voz baja con una sonrisa divertida.
Al rato, cuando había pasado media hora, tal y como le había prometido Karen, recibió una llamada perdida de ésta, haciéndole saber que había llegado y la esperaba fuera. Rió ante la forma de su hermana de rebelarse hasta antes de entrar en la casa siquiera para ir a buscarla. Se levantó de su silla y le dio un beso a su ama en la mejilla. Luego se acercó a su tía y también le besó la mejilla.
-       Es de mala educación irse mientras las demás se quedan, Karen – la riñó la señora mayor.
-       Yo soy Nöel, tía – dijo ella con fingida paciencia -. Karen es la que acaba de venir a buscarme.
-       Tu hermana sí que es una sinvergüenza -  despotricó la señora, comenzando a enfadar a Nöel -. Tiene la desfachatez de ni presentarse.
-       Me parece que en este momento entenderás que salga a la defensa de mi hija – intervino en aquel momento Anastacia viendo que su hija menor cada vez estaba más alterada.
-       Agur, nos veremos en la siguiente reunión – eso fue lo último que dijo Nöel antes de salir apresuradamente de aquel saloncito sin mirar atrás.
Por fin, cerró la puerta de la entrada de la casa desde fuera y se acercó apresuradamente hacia el Audi A6 negro que les habían regalado a las dos como regalo dos años atrás, cuando cumplieron la mayoría de edad. Regalo que compartían de forma homogénea y por el que nunca se peleaban porque como solían andar casi siempre juntas, lo usaban a turnos. Abrió la puerta del copiloto con más ímpetu del que hacía falta y se impulsó al asiento, queriendo irse de allí lo antes posible.
-       ¡Vaya! – exclamó su hermana a modo de saludo -. Y esa prisa por irse.
-       Tú sólo arranca y vamos a dar un paseo por la playa – pidió Nöel suplicante -. Necesito relajarme un rato.
-       ¿Qué te pasa Nöel? – le preguntó Karen un poco preocupada -. Ya llevas así de nerviosa unos cuantos días y eso no es normal.
-       Te lo contaré todo cuando lleguemos a la cueva que hay debajo de la isla – le prometió -. Pero vámonos, por favor. Como tú bien acabas de decir, necesito relajarme.
Karen no se atrevió a preguntarle nada más y a llevarle la contraria, por lo que arrancó y puso el coche en marcha dirección a la playa Ondarreta. Una vez llegaron allí, aparcó el coche en el paseo que llevaba al Peine de los Vientos, y las dos se bajaron.
Nöel se había cambiado por el camino la ropa y ahora vestía un sencillo pareo y una camiseta que se le ataba a la cintura. No podría haber soportado un rato más aquella ropa rígida y dura que le ponía los pelos de punta. Se había soltado el pelo y dejaba que el viento lo hiciera moverse a su gusto. Miró a su hermana con impaciencia, que se había bajado del coche tras hablar con su padre por teléfono, avisándole de a dónde iban a ir, y se había quedado de pie al lado de ella mirando el horizonte y disfrutando del sol de las últimas horas del día.
La joven agarró a su hermana mayor del brazo y tiró de ella hacia la playa, con prisas. Habían dejado los zapatos en el coche, porque lo único que harían sería molestarlas. La ropa desaparecía y reaparecía según se mojaban y se secaban respectivamente. Pero los zapatos, por alguna causa misteriosa, no.
Pasearon un poco por el borde del agua, sin llegar a mojarse todavía, sin prisas, sin hablar. Sin intentar llenar aquel silencio cómodo con comentarios incómodos que sólo empeorarían la situación. Cuando ya pasó el tiempo que necesitaba Nöel para pensar en lo que le iba a contar a Karen, esperando a que ella le siguiera, se fijó en si alguien las estaba mirando y cuando decidió que no había moros en la costa, se lanzó al agua con un grácil movimiento. Por supuesto, Karen la siguió.
La transformación era instantánea. Después de que unas burbujas aparecieran alrededor de ellas, se echaron a nadar rápidamente hacia el escondite que antiguas mujeres de su familia habían descubierto a lo largo de los años. Tenía la entrada debajo del agua entre los arrecifes de la isla que estaba entre las playas Ondarreta y la Concha. La existencia de aquel lugar se trasmitía de generación en generación, y era conocido como la Guarida. Era el único sitio en el que podían estar seguras de que nadie les encontraría. La entrada desde debajo del agua estaban muy escondida, y aparte las sirenas había tratado de esconderla más, por lo que era prácticamente invisible para la gente que no conociera donde estaba la entrada. Tenía otra entrada desde la superficie. Era un agujero escondido que estaba entre unas rocas escondido en un monte.
Por fin llegaron a la Guarida. Si no supieran que era imposible, habrían jurado que era el interior de un volcán, pero en vez de eso era el interior de un monte. Un monte vacío y relleno de aire. Era como una pequeña cala. Había un círculo lo suficientemente grande de agua como para que entraran dos sirenas más y al lado una pequeña orilla de arena.
Aquel lugar era mágico y sagrado para todas las mujeres de la familia. No permitían que nadie se acercara ni por asomo a las entradas. Habían tejido pequeños hechizos cerca de las bocas que daban a su interior de forma que fueran prácticamente invisibles a la vista o que diese la sensación de que era una zona peligrosa por lo que la gente no se acercaba. Por lo tanto, en los últimos trescientos años, nadie aparte de la familia conocía la existencia de aquella cueva.
Una vez estuvieron acomodadas a la orilla del laguito, con mitad del cuerpo dentro del agua con la otra mitad estirada sobre la arena, Karen se giró hacia su gemela. Estaba decidida a hablar sobre lo que la tenía tan incómoda. Y no iba a dejar que se escaqueara del tema.
-       ¿Qué pasó con Oscar? – le preguntó, directamente.
-       ¿Cómo sabes…? – la miró extrañada.
-       Nöel – dijo Karen con paciencia -. Soy tu hermana, y por si fuera poco tu gemela. Te conozco demasiado bien.
-       Tienes razón – suspiró ella, apenada.
-       Vamos – le apremió Karen mientras le pasaba un brazo por los hombros para atraerla hacia sí y darle un poco de apoyo moral -. Cuéntamelo todo.
-       Verás… - empezó Nöel...

1 comentario:

  1. que buen capítulo!!!
    espero el siguiente cuanto antes eh!
    ah!, y si puedes, me aclaras dónde tengo que hacerme seguidora, porque no lo encuentro xdd

    Me alegro de que hayas vuelto!!! :D

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